Antonioni consideraba que los filmes eran un medio de comunicación curioso, en el sentido de que si se tiene algo que decir, realmente se puede hacer sin ser un genio o un técnico. Su filmografía demuestra que el director de Ferrara abordó temas sobre la falta de comunicación entre las personas, la “incomunicabilitá” el vacío interior, la imposibilidad de establecer relaciones y el desarraigo del individuo en una sociedad deshumanizada. “Mis películas siempre son trabajos de búsqueda. No me considero un director consagrado, sino que prosigo mi búsqueda y estudio a mis contemporáneos” explicó una vez, siendo esta exploración y su mirada certera de la sociedad los que lo elevaron a la categoría de maestro del cine.
Como si fuera protagonista de su propia película, un derrame cerebral a mediados de los ochenta lo dejaron imposibilitado de hablar y comunicándose con notas que destellaban cada cierto tiempo como un faro guía del cine moderno. Sus cejas oscuras contrastan con su cabellera desteñida por los años y sus pupilas se baten contra los párpados ávidos por traspasar su mirada al que está sentado al frente como lo hiciera durante largos años detrás de las cámaras. Ahora los ojos profundos y movedizos son las imágenes que quedan del hombre que fue protagonista de una revolución silenciosa que modernizó el cine italiano y mundial. Cuando comenzó a rodar el Neorrealismo estaba en auge con nombres como Vittorio de Sica y Luchino Visconti, sin embargo se mantuvo al margen de este movimiento hasta romper completamente con el mismo al darle esa particular impronta a sus películas.
Temprano comenzó a indagar en los pensamientos, en las dudas, los silencios, decepciones y puntos de vista transformando a sus protagonistas en observadores imperfectos que se preguntan sobre temas trascendentales y convirtiendo al cine en lo más parecido a una partida de ajedrez. Su trilogía sobre la ausencia es claro ejemplo de esto, "La Aventura" (1960), "La Noche" (1961) y "El Eclipse" (1962) son películas que cuestionan la habilidad del ser humano para comunicarse entre si. En la escena final de "La Aventura" una pareja da cuenta de la carencia de comunicación en una relación basada en la atracción sexual, la pasión que compartían ahora está perdida y sabiendo esto, ambos quedan paralizados e imposibilitados de tocarse con confianza, incluso en los breves instantes donde ella acaricia su pelo con su mano temblorosa.
El año 1966 conquistó al público de habla inglesa al estrenar "Blow Up", su primera película rodada fuera de Italia y que cuenta la historia de un fotógrafo que está en constante movimiento y sin destino fijo se esmera en capturar a través de imágenes una Londres pop pero se da cuenta que la realidad no es lo que aparenta al confirmar que el mundo está dominado por las apariencias, pero que tras ellas se esconden nuevos mundos y secretos, solo hay que aprender a mirarlos. Así el asesinato en el parque que no pudo apreciar en el momento es revelado por la ampliación del negativo como una verdad innegable. Y es un poco lo que pasa con su cine, que esconden mucho más de lo que aparentan y para descubrirlo Antonioni entrega las herramientas básicas pero exige que el espectador sea participe en su mundo a través del intelecto.
Interesado en el aspecto interior del individuo, Antonioni decide no mostrarlo todo, no decir, dejar para el silencio, los gestos y actitudes ocultando la intencionalidad de sus personajes, como él mismo reveló: "busco la huella de los sentimientos del hombre, y por supuesto también de la mujer, en un mundo donde estas huellas se han enterrado para acoger sentimientos de conveniencia y apariencia: un mundo en el que los sentimientos se han 'relacionado públicamente'. Mi trabajo es como una excavación, una investigación arqueológica en el árido material de nuestra época". Esta es una de las tantas razones por la que se haya transformado en guía de las nuevas generaciones de las escuelas de cine, que pueden tomar de Antonioni la necesidad de decir algo con sus películas.
Se acerca el primer aniversario de su muerte, y su legado sigue latiendo con fuerza en quienes vivieron su cine como el de uno de los grandes maestros italianos del siglo XX, es por esto que acercarse a Antonioni debe ser un acto de respeto, como visitar el mausoleo de algún pariente lejano ojala a la hora del crepúsculo, su hora favorita. Sus ojos inquietos ya están cerrados, pero su mirada quedará para siempre.
Como si fuera protagonista de su propia película, un derrame cerebral a mediados de los ochenta lo dejaron imposibilitado de hablar y comunicándose con notas que destellaban cada cierto tiempo como un faro guía del cine moderno. Sus cejas oscuras contrastan con su cabellera desteñida por los años y sus pupilas se baten contra los párpados ávidos por traspasar su mirada al que está sentado al frente como lo hiciera durante largos años detrás de las cámaras. Ahora los ojos profundos y movedizos son las imágenes que quedan del hombre que fue protagonista de una revolución silenciosa que modernizó el cine italiano y mundial. Cuando comenzó a rodar el Neorrealismo estaba en auge con nombres como Vittorio de Sica y Luchino Visconti, sin embargo se mantuvo al margen de este movimiento hasta romper completamente con el mismo al darle esa particular impronta a sus películas.
Temprano comenzó a indagar en los pensamientos, en las dudas, los silencios, decepciones y puntos de vista transformando a sus protagonistas en observadores imperfectos que se preguntan sobre temas trascendentales y convirtiendo al cine en lo más parecido a una partida de ajedrez. Su trilogía sobre la ausencia es claro ejemplo de esto, "La Aventura" (1960), "La Noche" (1961) y "El Eclipse" (1962) son películas que cuestionan la habilidad del ser humano para comunicarse entre si. En la escena final de "La Aventura" una pareja da cuenta de la carencia de comunicación en una relación basada en la atracción sexual, la pasión que compartían ahora está perdida y sabiendo esto, ambos quedan paralizados e imposibilitados de tocarse con confianza, incluso en los breves instantes donde ella acaricia su pelo con su mano temblorosa.
El año 1966 conquistó al público de habla inglesa al estrenar "Blow Up", su primera película rodada fuera de Italia y que cuenta la historia de un fotógrafo que está en constante movimiento y sin destino fijo se esmera en capturar a través de imágenes una Londres pop pero se da cuenta que la realidad no es lo que aparenta al confirmar que el mundo está dominado por las apariencias, pero que tras ellas se esconden nuevos mundos y secretos, solo hay que aprender a mirarlos. Así el asesinato en el parque que no pudo apreciar en el momento es revelado por la ampliación del negativo como una verdad innegable. Y es un poco lo que pasa con su cine, que esconden mucho más de lo que aparentan y para descubrirlo Antonioni entrega las herramientas básicas pero exige que el espectador sea participe en su mundo a través del intelecto.
Interesado en el aspecto interior del individuo, Antonioni decide no mostrarlo todo, no decir, dejar para el silencio, los gestos y actitudes ocultando la intencionalidad de sus personajes, como él mismo reveló: "busco la huella de los sentimientos del hombre, y por supuesto también de la mujer, en un mundo donde estas huellas se han enterrado para acoger sentimientos de conveniencia y apariencia: un mundo en el que los sentimientos se han 'relacionado públicamente'. Mi trabajo es como una excavación, una investigación arqueológica en el árido material de nuestra época". Esta es una de las tantas razones por la que se haya transformado en guía de las nuevas generaciones de las escuelas de cine, que pueden tomar de Antonioni la necesidad de decir algo con sus películas.
Se acerca el primer aniversario de su muerte, y su legado sigue latiendo con fuerza en quienes vivieron su cine como el de uno de los grandes maestros italianos del siglo XX, es por esto que acercarse a Antonioni debe ser un acto de respeto, como visitar el mausoleo de algún pariente lejano ojala a la hora del crepúsculo, su hora favorita. Sus ojos inquietos ya están cerrados, pero su mirada quedará para siempre.
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