22 de marzo de 2008

Blow Up: la disolución de la imagen

“Creo que sé mirar, si es que algo sé, y que todo mirar rezuma falsedad, porque es lo que nos arroja más afuera de nosotros mismos, sin la menor garantía… De todas maneras, si de antemano se prevé la probable falsedad, mirar se vuelve posible; basta quizá elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de tanta ropa ajena. Y. claro, todo esto es más bien difícil”.

Julio Cortázar, “Las babas del diablo”

El oficio del fotógrafo pocas veces se ha visto mejor retratado que en Blow Up, y es que aquí la fotografía juega un rol crucial en su relación con el cine. Esto queda en evidencia cuando el protagonista se da cuenta, gracias a la ampliación (blowup en inglés) de un negativo, de un asesinato en un parque. Lo que sus ojos no fueron capaces de captar en ese momento si fueron capturados por el lente de la cámara Cóntax 1.1.2, dándole a la mirada, que se arroja sin garantías a la vida, una segunda lectura desnudando la imagen fijada por los químicos.

Para entender Blow Up en su contexto, es necesario hablar sobre Michelangelo Antonioni, su director. Italiano nacido en la localidad de Ferrara a poco andar del siglo XX, se graduó en Economía y Comercio y fue crítico de cine en su juventud, ingresó a la industria como documentalista en la posguerra con una marcada visión antifascista. Con su cine indagó en la incomunicación, los pensamientos, las dudas, los silencios, decepciones y puntos de vista personales, transformando a sus protagonistas en observadores imperfectos que se preguntan sobre temas trascendentales para sus contemporáneos. Su trilogía sobre la ausencia es claro ejemplo de esto, "La Aventura" (1960), "La Noche" (1961) y "El Eclipse" (1962) son películas que cuestionan la habilidad del ser humano para comunicarse entre si, un tema fundamental si se considera que después de la guerra la confianza entre las personas había disminuido considerablemente. Luego vendría Desierto Rojo, su primera película en color, y Blow Up, la primera filmada en inglés y fuera de Italia, donde logra plasmar efectivamente la sensación de disolución de lo real. Esta película le ayudó para llegar a un sitial preferencial en el panorama cinematográfico de la segunda mitad del siglo XX, lugar que sigue ocupando, a pesar de haber fallecido el treinta de julio de 2007, el mismo día que otro maestro: Ingmar Bergman.

La película se basa en el cuento de Julio Cortázar “Las Babas de Diablo” de 1959 un fotógrafo franco-chileno pasea por las calles de París y descubre una escena que lo impulsa a tomar una fotografía “Levanté la cámara, fingí estudiar un enfoque que no los incluía, y me quedé al acecho, seguro de que atraparía por fin el gesto revelador, la expresión que todo lo resume, la vida que el movimiento acompasa pero que una imagen rígida destruye al seccionar el tiempo, si no elegimos la imperceptible fracción esencial” se lee en el cuento, días más tarde Michel descubriría aquel gesto revelador que alteró en su memoria lo ocurrido esa mañana de verano en un parque parisino. En la versión cinematográfica, el fotógrafo es interpretado por un espléndido David Hemmings y el escenario es una Londres que rebosa cultura pop, en una de las primeras escenas se ve un auto lleno de jóvenes disfrazados, algunos mimos otros con ropas extravagantes, todos corriendo por las calles de la ciudad en un frenesí que se despilfarra en pos de algo que no se sabe qué es. A pesar de esto lo central del relato del escritor argentino se mantiene casi intacto, y sobre esto Antonioni construye Blow Up.


El fotógrafo estaba preparando un libro sobre su ciudad y por lo tanto la vive como un camaleón, para fotografiar a los pobres que duermen en dormitorios comunes, él se disfraza y duerme con ellos; para lidiar con las estilizadas modelos en su estudio fotográfico, muestra otra faceta, trata a las mujeres con desprecio y se lo ve desorientado. Divagando, buscando imágenes para completar el libro es como llega al Maryon Park, allí ve una pareja jugueteando que se aleja, esto le interesa y decide seguirlos para obtener una buena fotografía. La mujer al darse cuenta de la presencia del fotógrafo lo encara exigiendo que le devuelva las imágenes que le robó, en palabras de Cortázar: “ella irritada, resueltamente hostiles su cuerpo y su cara que se sabían robados, ignominiosamente presos en una pequeña imagen química”. Rápido, el protagonista se zafa de la mujer y se apresura por revelar los negativos, sin saber cómo, la mujer encuentra su estudio para que le devuelva las fotos, él la engaña y le entrega otro rollo.

Al ampliar la primera fotografía y colgarla en la pared, la escena remite a la situación anterior, ahora no se ve al fotógrafo, solo la perspectiva que capturó su cámara, plasmada en una imagen fija y ampliada. Los encuadres que se ven en las fotos que continúan llenando las paredes del estudio, se diferencian de lo observado en la escena del parque donde Antonioni utiliza planos abiertos y generales muy pulcros que dan esa sensación de objetividad, de que al realidad pasa frente a nuestros ojos, en las fotos en cambio, es solo una pequeña porción lo que se muestra, no hay continuidad en el tiempo, los cuerpos carecen de vida, de movimiento y sin embargo pueden ser analizadas con calma, a diferencia de lo que ocurre con lo que ocurre ahora y después pasa. En una foto donde aparece el hombre con la mujer, ella se muestra muy nerviosa y mira hacia un costado, apartando la vista del hombre y también del fotógrafo, ¿qué es lo que ve?, la aparentemente lógica explicación de su enojo por la presencia del fotógrafo empieza a perder fuerza. En este punto, el espectador junto con el fotógrafo cuestionan la realidad y centran su atención en el punto que la mujer mira, al ampliar la imagen se adivina una figura en lo que antes era una mancha, luego se ve claramente el perfil de un hombre escondido en los matorrales apuntando con un arma al hombre.

El protagonista se encuentra frente a un panorama adverso, para un hombre que se dedica a capturar trazos de la vida, fragmentos escogidos que exalten cierto aspecto de la realidad que tan pocas veces se detiene a analizar con la agudeza del ojo fotográfico. Él piensa que detuvo un crimen, sin embargo se da cuenta que solo ve una parte de lo ocurrido y decide ampliar más negativos, en los arbustos, a lo lejos, se percibe algo, el temor alcanza el pánico cuando ampliado a 50 x 80 se ve claramente un cuerpo que yace en pasto. Nuevamente tiene que desechar lo que suponía cierto y adaptarse a esta nueva realidad impuesta por la ampliación fotográfica que se asemeja intencionalmente a los cuadros abstractos de su amigo pintor.

Los distintos niveles que se muestran en la película, hablando del cinematográfico y el fotográfico, son también la base para entender el fondo de la idea que se encuentra inherente a esta relación. Una conversación del fotógrafo con su amigo pintor, da luces respecto a la clave de esta relación, “Cuando lo pinto no me dice nada. Luego descubro cosas y de pronto todo se clarifica por sí solo. Como esa pierna. Es como encontrar la clave en una novela policíaca.” Es lo mismo que ocurre con la fotografía ampliada de la pareja, el personaje escondido en los arbustos empuñando un arma y finalmente la silueta de un cuerpo en los arbustos son las claves de este cuadro que siendo un documento altera el orden cinematográfico añadiéndole niveles de profundidad, o diferentes alternativas para comprender la realidad.

Cuando a la realidad es necesario diseccionarla y examinarla para comprenderla, primero tiene que ser incomprensible y este es el paso al vacío que obliga a dar Antonioni. Al aceptar que la realidad que se ve en el parque con el fotógrafo y la pareja se trastoca a otra realidad que incluye un asesinato, hay que aceptar que este escenario inicial es incomprensible, que todo mirar rezuma falsedad. Esto es lo más importante que queda de Blow Up y la escena del final viene a comprobar esta teoría, o a desorientar, en la medida que se quiera mirar u observar lo ocurrido. Cuando el protagonista llega al parque a ver si el cuerpo todavía esta allí y no lo encuentra, él no se extraña y menos lo hace cuando al continuar caminando se topa con el grupo carnavalesco que desordenaba las calles de Londres al comienzo del film y que ocupan una cancha de tenis, jugando con raquetas invisibles. El protagonista observa atentamente hasta que un tiro largo lleva la pelota invisible cerca de sus pies, el se recoge y se las lanza de vuelta, algo en él ha cambiado, ahora es capaz de mirar más allá y así mismo escucha nítidamente los golpes de las raquetas con la pelota. El desafío es lanzado para el que mira cuando lo último en desaparecer es el fotógrafo, ¿habrá cambiado también el espectador?




18 de marzo de 2008

Michelangelo Antonioni: explorador de lo humano.

Antonioni consideraba que los filmes eran un medio de comunicación curioso, en el sentido de que si se tiene algo que decir, realmente se puede hacer sin ser un genio o un técnico. Su filmografía demuestra que el director de Ferrara abordó temas sobre la falta de comunicación entre las personas, la “incomunicabilitá” el vacío interior, la imposibilidad de establecer relaciones y el desarraigo del individuo en una sociedad deshumanizada. “Mis películas siempre son trabajos de búsqueda. No me considero un director consagrado, sino que prosigo mi búsqueda y estudio a mis contemporáneos” explicó una vez, siendo esta exploración y su mirada certera de la sociedad los que lo elevaron a la categoría de maestro del cine.

Como si fuera protagonista de su propia película, un derrame cerebral a mediados de los ochenta lo dejaron imposibilitado de hablar y comunicándose con notas que destellaban cada cierto tiempo como un faro guía del cine moderno. Sus cejas oscuras contrastan con su cabellera desteñida por los años y sus pupilas se baten contra los párpados ávidos por traspasar su mirada al que está sentado al frente como lo hiciera durante largos años detrás de las cámaras. Ahora los ojos profundos y movedizos son las imágenes que quedan del hombre que fue protagonista de una revolución silenciosa que modernizó el cine italiano y mundial. Cuando comenzó a rodar el Neorrealismo estaba en auge con nombres como Vittorio de Sica y Luchino Visconti, sin embargo se mantuvo al margen de este movimiento hasta romper completamente con el mismo al darle esa particular impronta a sus películas.

Temprano comenzó a indagar en los pensamientos, en las dudas, los silencios, decepciones y puntos de vista transformando a sus protagonistas en observadores imperfectos que se preguntan sobre temas trascendentales y convirtiendo al cine en lo más parecido a una partida de ajedrez. Su trilogía sobre la ausencia es claro ejemplo de esto, "La Aventura" (1960), "La Noche" (1961) y "El Eclipse" (1962) son películas que cuestionan la habilidad del ser humano para comunicarse entre si. En la escena final de "La Aventura" una pareja da cuenta de la carencia de comunicación en una relación basada en la atracción sexual, la pasión que compartían ahora está perdida y sabiendo esto, ambos quedan paralizados e imposibilitados de tocarse con confianza, incluso en los breves instantes donde ella acaricia su pelo con su mano temblorosa.

El año 1966 conquistó al público de habla inglesa al estrenar "Blow Up", su primera película rodada fuera de Italia y que cuenta la historia de un fotógrafo que está en constante movimiento y sin destino fijo se esmera en capturar a través de imágenes una Londres pop pero se da cuenta que la realidad no es lo que aparenta al confirmar que el mundo está dominado por las apariencias, pero que tras ellas se esconden nuevos mundos y secretos, solo hay que aprender a mirarlos. Así el asesinato en el parque que no pudo apreciar en el momento es revelado por la ampliación del negativo como una verdad innegable. Y es un poco lo que pasa con su cine, que esconden mucho más de lo que aparentan y para descubrirlo Antonioni entrega las herramientas básicas pero exige que el espectador sea participe en su mundo a través del intelecto.

Interesado en el aspecto interior del individuo, Antonioni decide no mostrarlo todo, no decir, dejar para el silencio, los gestos y actitudes ocultando la intencionalidad de sus personajes, como él mismo reveló: "busco la huella de los sentimientos del hombre, y por supuesto también de la mujer, en un mundo donde estas huellas se han enterrado para acoger sentimientos de conveniencia y apariencia: un mundo en el que los sentimientos se han 'relacionado públicamente'. Mi trabajo es como una excavación, una investigación arqueológica en el árido material de nuestra época". Esta es una de las tantas razones por la que se haya transformado en guía de las nuevas generaciones de las escuelas de cine, que pueden tomar de Antonioni la necesidad de decir algo con sus películas.

Se acerca el primer aniversario de su muerte, y su legado sigue latiendo con fuerza en quienes vivieron su cine como el de uno de los grandes maestros italianos del siglo XX, es por esto que acercarse a Antonioni debe ser un acto de respeto, como visitar el mausoleo de algún pariente lejano ojala a la hora del crepúsculo, su hora favorita. Sus ojos inquietos ya están cerrados, pero su mirada quedará para siempre.